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Desde el florecimiento de la cultura olmeca en la costa del Golfo, que va desde 1200 hasta el año 100 a. C., existió en la zona que hoy es Guerrero una cultura marginal que poco a poco fue siendo influida, absorbida y dominada por diferentes grupos externos. La bahía de Acapulco tiene sitios de origen olmeca, ubicados entre Playa Larga, Cerro de La Ayuda e Icacos, y entre el Cerro del Guitarrón, Punta Bruja y El Farallón.

La influencia de la cultura olmeca se extendió al agrupar aldeas agrícolas dispersas, construir pequeños centros ceremoniales y establecer las bases de la organización económica de los pueblos.

En el Siglo VII de nuestra era la cultura teotihuacana llegó a Acapulco por la ruta de Cuernavaca y Chilpancingo, mientras que la cultura maya penetró por la zona de Tehuantepec, por la región Mixteca, por La Montaña y por Costa Chica.

En las playas Hornos, Pie de la Cuesta y Tambuco se han encontrado objetos de cerámica y piedra labrada de origen maya.

En el Siglo Xl hubo nuevas oleadas de migraciones náhuatl y coixcas procedentes de Aztlán (lugar localizado en el norte del país).

En 1486 Acapulco se anexó a la provincia de Zacatula, que era dominio del imperio azteca durante el reinado de Ahuízotl (1486–1502), aunque como una región de administración militar no consolidada perteneciente a la provincia tributaria de Tepecoacuilco. Hacia mediados del Siglo XVl, después de la caída de Tenochtitlan, los alrededores de la capital del imperio se liberaron de pagar tributos a los aztecas pero quedaron sometidos al dominio español. La zona fue habitada por algunos grupos cuitlatecos, yopes, tepuztecos y mexicas. La primera referencia que se tiene de la región data de 1519, acotada por Bernal Díaz del Castillo en su Historia verdadera de la conquista de la Nueva España (1632). Señala que Moctezuma tenía una especie de mapa de las costas de la Mar del Sur donde aparece Acapulco.

En 1521, consumada la conquista de Tenochtitlan, Cortés se propuso buscar un estrecho entre los dos océanos que sirviera de paso a las islas de la especiería y preparó dos grupos de exploración: uno estuvo a cargo de Francisco Chico, quien descubrió para los europeos la bahía de Acapulco en la expedición del 13 de septiembre de 1521, Día de Santa Lucía, según la liturgia; el otro la encabezó Juan Rodríguez Villafuerte, quien en 1523 dirigió la exploración de Zacatula, llegó a Zihuatanejo y continuó hasta Acapulco, donde tomó posesión “oficial” del puerto a nombre de los reyes de España. Le dio el nombre de Villa de la Concepción.

En 1524 sometieron a los indígenas y el capitán Saavedra Cerón fue autorizado por Cortés para establecerse en la región.

Otra versión dice que la bahía fue descubierta el 13 de diciembre de 1526 por tripulantes de un pequeño barco de exploración costera –el patache Santiago– al mando del capitán Santiago Guevara.

En 1525 se estableció en Cacahuatepec la primera encomienda en la región que hoy ocupa el municipio y en 1531 algunos españoles, entre los que destacaba Juan Rodríguez Villafuerte, salieron de la Costa Chica para fundar el pueblo de Villafuerte en lo que hoy es Acapulco. Este grupo trató de someter a los indígenas e imponerles el pago de tributos, pero los indígenas se sumaron a la rebelión yope iniciada en la región de Cacahuatepec, ante lo que Cortés se vio obligado a enviar a Vasco Porcayo a negociar y a hacer las paces, pactando algunas concesiones.

La provincia de Acapulco quedó encomendada a Rodríguez de Villafuerte, quien recibía tributos como cacao, algodón y maíz. La provincia comprendía los pueblos de Acapulco, Acamiutla, Acaulnanguala, Tepexúchil, Texcatlán, Citlala, Yacapul, Zalzapotla, Xaltianguis, Coyuca y Mescaltepec.

En 1531 Cortés cambió el centro de operaciones marítimas de Zacatula a Acapulco, que ya entonces representaba una base ideal para la navegación; abrió el primer camino y unió Acapulco con la Ciudad de México. El 30 de junio de 1532 zarpó del puerto una expedición naval al mando de Diego Hurtado de Mendoza, con el proyecto de explorar la costa del Pacífico rumbo al norte con las naves San Miguel y San Marcos. Tal fecha se puede considerar como la de la fundación del puerto de Acapulco. Ese mismo año se emitió una orden real en la que Acapulco pasó a depender de la Corona española y se le asignó el nombre de Ciudad de los Reyes.

En 1533 Cortés se instaló en la ensenada localizada entre Punta Bruja y Diamante, que en su honor hoy se llama Puerto Marqués.

En 1535 zarparon los buques encargados del transporte de víveres que Cortés envió al conquistador Pizarro.

Al crearse la alcaldía mayor de Acapulco, ésta alcanzó una gran importancia y llegó a representar la unidad de mando en toda la región, pues el puerto fue asiento de los poderes del alcalde mayor y del gobernador castellano, quien tenía el título de Teniente de las Costas del Mar del Sur y era responsable de las fuerzas españolas encargadas de vigilar la zona costera y de escoltar en la región las mercaderías de la Nao de China cuando eran trasladadas a la Ciudad de México.

En 1539 salió del puerto la expedición de Francisco de Ulloa, quien se proponía la conquista de las míticas ciudades de Cíbola y Quivira. En 1540 zarpó la de Domingo Castillo, a quien se debe la carta geográfica más antigua de las costas occidentales del país.

La consolidación y la expansión de Acapulco se debieron a las actividades portuarias y de comercio originadas por la apertura de la ruta de navegación al oriente que descubrió Andrés de Urdaneta, miembro de la expedición de Miguel López de Legaspi desde 1565. Dos meses antes de la llegada de Urdaneta arribó a San Blas el patache San Lucas en muy malas condiciones, capitaneado por Alonso Arellano y piloteado por Lope Martín –mexicanos– quienes se habían hecho a la mar en la flota de López de Legaspi. Se apartaron de la caravana en la oscuridad de la noche, se les dio por perdidos.

El padre Mariano Cuevas los consideró primeros en el regreso y en el logro de la ruta del tornaviaje, y hace notar el hecho de que dichos marinos tenían rasgos mexicanos muy acentuados: “Un español auténtico, aun de los viejos colonos, no escribiría zozobra, ni razón con s, ni usaba tanto el verbo jalar (halar) ni empleaba el verbo escandalizar y empachar en los sentidos de hacer ruido y trabarse una cosa. Mucho menos había de hablarnos con mayor naturalidad de escaupiles (sayos de algodón que servían para protegerse de los flechazos). Sólo un natural de México llama chiquihuites a los cestos, naguas a las faldas, huipiles a las camisas, frijoles a las habichuelas, habla con la mayor naturalidad como lo hace Arellano de mecates (cuerdas), tamales (pan de maíz), etc”.

Con la finalidad de fundar una población netamente española en el perímetro de la bahía, en 1550 se instalaron en el puerto de Acapulco 30 familias, españolas y mestizas, provenientes de la Ciudad de México, encabezadas por Fernando Santa Anna. Por cédula real firmada por Carlos I de España y V de Alemania, emperador de las Indias Orientales, Acapulco fue elevada a categoría de Ciudad Histórica.

En 1570 el rey Felipe II decretó que la ciudad sería el sitio comercial para realizar los negocios entre América y Asia, en especial entre Acapulco y Filipinas. El fondeadero siguió siendo punto de partida y llegada de otras expediciones marítimas, como la de Francisco Galli en 1582. En 1590 salió de Acapulco el franciscano Felipe de Jesús con el fin de cristianizar Asia, donde encontró total oposición a su misión. Fue tomado preso con sus compañeros misioneros, torturado y crucificado en febrero de 1591 en Nagasaki. Felipe sería declarado el primer santo mexicano (fue canonizado por el papa Pío IX el 8 de junio de 1862).

Sebastián Vizcaíno salió del puerto en 1596 y entre ese año y 1602 hizo varios viajes y logró algunos avances en su empresa. Así, navegó hasta los 42° de latitud norte, buscando en vano un estrecho septentrional. Partió por tercera vez en 1611, cuando el virrey Luis de Velasco lo nombró representante ante Japón. En 1614 recibió en el puerto a la Embajada nipona encabezada por el capitán Hasekura.

Durante la época colonial Acapulco tuvo un aspecto muy pobre, excepto por construcciones como el Fuerte de San Diego, el hospital fundado por los franciscanos, administrado por los hipólitos, y la capilla de San José, construida a instancias del sargento Francisco Rincón en 1634. Todo lo demás eran chozas y construcciones precarias. Hasta 1592 la ruta México–Acapulco fue en parte una vereda. Después, el virrey Luis de Velasco la convirtió en camino de herradura. En 1697 Gemelli Carreri, un viajero italiano, recorrió ese camino en 12 días. En época de lluvias había que emplear diez días sólo para pasar el río Mezcala y otros tantos para vadear el Papagayo.

Durante el Siglo XVlll ocurrieron en Acapulco importantes sucesos: En 1743 el corsario inglés Jorge Anson capturó al galeón La Covadonga en las inmediaciones de la bahía. En 1789 salió de Cádiz una expedición al mando del investigador naturalista Alejandro Malaspina, quien tenía el encargo del rey de conocer y cerciorarse de las riquezas que existían en sus colonias de América. Malaspina llegó al puerto en la primavera de 1791. La visión más conocida que se tuvo por mucho tiempo del puerto de Acapulco en España se debió a su testimonio. Según el censo de 1790, la población constaba de 996 personas y estaba constituida por mulatos, españoles, indígenas, asiáticos, filipinos, japoneses y chinos.

El tráfico marítimo continuaba ascendiendo; en 1791 Acapulco recibió a las naves Descubierta y Atrevida. En 1792 zarparon del puerto las fragatas Sutil y Mexicana, en un viaje científico, así como las naves de Juan Francisco de la Bodega y Cuadra, quien marcó los límites del imperio español en la línea de los 48°.

El título de ciudad le fue otorgado por Felipe II en 1579 (en la Memoria de Acapulco, aumentada y arreglada por Alejandro Martínez Carbajal, se dice que “el 14 de abril de 1579 el rey Felipe II firmó la cédula real que declaró a Acapulco como único puerto destinado a efectuar las transacciones comerciales entre América y Asia”, pág. 10) y ratificado por Carlos IV el 28 de noviembre de 1799 (Enciclopedia de México, pág. 43), pues el teniente castellano de la fortaleza de San Diego, don Antonio de Mendívil y Cisneros, informó el 13 de octubre de 1795 que había visto documentos del año 1626 en los que ya se daba el título de referencia a Acapulco. Documentos que probablemente se extraviaron.

En 1803 arribó al puerto el geógrafo Alejandro von Humboldt, quien determinó la situación geográfica de Acapulco y trazó desde allí el camino a México.

En 1810, el 1 de diciembre, Morelos derrotó al realista Francisco Paris en El Veladero y el 4 de enero de 1811 en Tres Palos. El 6 de abril de 1813 puso sitio a la ciudad y desalojó a los españoles de Casamata, del cerro La Mira y del baluarte del hospital, obligándolos a concentrarse en el Fuerte de San Diego. El 20 de agosto el enemigo capituló. Morelos volvió al puerto a principios de 1814. A fines de marzo, acosado por los realistas, Morelos salió después de ordenar incendiar la ciudad, degollar a los españoles y fusilar a los prisioneros. El 14 de abril José de Armijo recuperó la plaza.

Una vez obtenida la independencia, en junio de 1825 nació la Marina de Guerra Mexicana, cuando las tripulaciones de dos barcos españoles, el Asia y el Constante, se presentaron en la bahía y sus comandantes se pusieron a las órdenes del Gobierno mexicano.

Vicente Guerrero, presidente de México del 1 de abril al 22 de diciembre de 1829, en que fue depuesto por el cuartelazo de Anastasio Bustamante, salió en el bergantín Colombo, donde fue capturado a traición por Francisco Picaluga. Guerrero fue trasladado a Huatulco y después llevado a Cuilapan, Oaxaca, donde lo fusilaron el 14 de febrero de 1831.

El 1 de marzo de 1854 se proclamó el Plan de Ayutla en contra del último periodo de la dictadura de Antonio López de Santa Anna; el 11 del mismo mes la guarnición del puerto se adhirió al movimiento y designó a Ignacio Comonfort gobernador y jefe militar. Éste a su vez invitó a Juan Alvarez a que asumiera el mando supremo del Ejército Restaurador de la Libertad. En Acapulco se hicieron importantes modificaciones al Plan de Ayutla. En julio de 1855 desembarcó en Acapulco Benito Juárez y se incorporó a las tropas de Juan Álvarez.

Durante la intervención francesa, los días 10 y 11 de enero de 1863, cuatro naves de esa nación, al mando del almirante Bouet, bombardearon el puerto; luego desembarcaron los marinos, y abandonaron la ciudad tres días después. A los cinco meses, el 4 de junio, volvieron a apoderarse de la plaza, misma que fue evacuada a fines de 1864. En junio y en septiembre de 1865 los franceses intentaron nuevamente invadir el territorio, pero fueron rechazados por los republicanos. El asedio duró hasta la caída de Maximiliano.

Durante los acontecimientos de la Revolución Mexicana, en 1911, Pantaleón Añorve y Manuel Centurión, que comandaban las tropas de la Costa Chica, y Silvestre G. Mariscal, que dirigía las de la Costa Grande, pretendieron tomar Acapulco sin lograrlo. El 2 de julio de ese año los revolucionarios entraron pacíficamente al puerto. Mariscal fue nombrado gobernador por el carrancismo y se convirtió en el principal cacique de Guerrero. Trasladó a Acapulco la capital del estado; esto sólo duró del 8 de noviembre de 1916 al 11 de diciembre de 1917.

En 1920 el presidente Álvaro Obregón planeó el camino a Acapulco, que fue inaugurado en 1927, durante el gobierno del general Plutarco Elías Calles. El 11 de noviembre de ese año, transitando por una brecha de trabajo, llegaron a la ciudad y puerto los primeros automóviles que transportaban al gobernador del estado, al presidente municipal y a las autoridades militares del lugar.

Así comenzó una nueva vida para la localidad y las casas particulares se convirtieron en alojamientos de turistas que llegaban a disfrutar de las bellezas naturales del puerto. Nacieron los primeros hoteles: Miramar, Acapulco y Jardín, donde se hospedaban personalidades como el Presidente de la República, estadistas, banqueros, artistas, etcétera. En el mismo año una pareja de norteamericanos aterrizó accidentalmente en la zona de Pie de la Cuesta, ante la sorpresa general.

En 1928 se construyó un campo de aviación frente a la playa Hornos y al año siguiente se inició el transporte aéreo de pasajeros en aparatos manejados por Julio Zuiser, Fritz Bieler, Francisco Sarabia, Rafael Obregón Tesis y Carlos Panini. Más tarde, el aeropuerto se ubicó en Pie de la Cuesta y en el lugar original se construyó el hotel Papagayo, donde hoy se levanta un centro de diversiones.

Durante la Presidencia de Pascual Ortiz Rubio, en 1930, se introdujo el agua potable gracias a la intervención del general Juan Andreu Almazán, entonces secretario de Comunicaciones y Obras Públicas; el agua se tomó de los manantiales de Santa Cruz.

En 1931 quedó concluida la carretera México–Acapulco, con un costo de 17.5 millones de pesos. La afluencia del turismo hizo crecer al puerto. Empresarios mexicanos y extranjeros se sumaron a la tarea de dotar a la ciudad de servicios turísticos y empezaron a levantarse varios hoteles: La Marina, Villa del Mar, Flamingos, Del Monte, Casablanca, Las Palmas, Club de Pesca, El Mirador (éste último con 12 cabañas que se terminaron de construir en 1933).

Durante el régimen del presidente Cárdenas (1934–1940) se edificó el Palacio Federal. El 16 de abril se instaló el servicio telefónico. Entre 1940 y 1946, el presidente Ávila Camacho creó la Junta Federal de Mejoras Materiales con el fin de lograr el desarrollo de puertos y ciudades fronterizas. Los dotó de recursos provenientes del ramo aduanal. En 1940 se fincaron las casas de verano y los hoteles Majestic y Prado Américas. En ese mismo periodo, hoteleros, fraccionadores, banqueros y comerciantes gestionaron que la Comisión Nacional de Irrigación ampliara el abastecimiento de agua y la instalación de una planta generadora de energía eléctrica por parte del Gobierno federal.

En 1947 el licenciado Miguel Alemán Valdés, presidente de la República (1946–1952), inauguró la Avenida Costera que lleva su nombre y proyectó el nuevo aeropuerto en el Plan de los Amates. Durante el mandato de Alemán el centro de la ciudad fue pavimentado y alineadas las calles, fue instalada la termoeléctrica Los Amates; fue construido el nuevo Palacio Federal y los fraccionamientos Club Deportivo, Costa Azul, Mozimba, Costa Brava, Hornos Insurgentes y Las Brisas. En el sexenio de don Adolfo Ruiz Cortines (1952–1958) fueron abiertos los hoteles Pierre Marqués, Las Brisas, Hilton, Elcano, Presidente y Boca Chica.

En la administración del licenciado Adolfo López Mateos (1958–1964) quedó unida la Gran Vía Tropical con la plazuela de La Quebrada mediante dos calzadas sobre puentes a la orilla del mar y comenzó a funcionar el túnel de la antigua Abra de San Nicolás. En 1959 tuvo lugar la primera Reseña Internacional de Cine, a la que asistieron figuras del cine mundial. Cuenta con un Centro de Convenciones de reconocido prestigio internacional donde se llevan a cabo importantes y trascendentes actividades artísticas y culturales, científicas y empresariales.

El aumento de pobladores y visitantes ha provocado la formación de zonas urbanas inestables que contrastan con los barrios residenciales y los hoteles de lujo. El Gobierno Federal, por conducto de la Secretaría del Patrimonio Nacional, puso en marcha en 1971 el Plan Acapulco, encargado de planear el desarrollo urbano, regenerar las colonias populares, reorganizar y planear los servicios municipales, mejorar el área turística, crear nuevas zonas urbano–populares, resolver los problemas de tenencia de la tierra y restaurar el equilibrio ecológico de la ciudad y de la bahía.


Toponimia, escudo y/o glifo. Según Cecilio A. Robelo, en su Diccionario de aztequismos, Acapulco deriva de ácatl, carrizo o caña; pol o pul, aumentativo, y co, en el lugar: “en el lugar de los carrizos grandes”. Según algunos escritores españoles, proviene de acquae pulchrae, “aguas pulcras” (límpidas, bellas), lo que indica que las aguas del lugar están limpias de escollos. El maestro Mariano Rojas, distinguido profesor de lengua náhuatl y reconocido como autoridad en la materia, afirma que es: “en el lugar en que fueron arrasados o destruidos los carrizos”, de ácatl, carrizo (no caña), poloa, destruir o arrasar, y co, en el lugar. Opinión que se corrobora por el jeroglífico de Acapulco que figura en la página 45 del Diccionario de aztequismos, de Robelo, en donde se aprecian dos manos que destruyen o parten un carrizo. El agregado “de Juárez” se lo impuso la Legislatura local el 27 de junio de 1873.
El glifo de Acapulco (que también es utilizado como escudo) simboliza dos manos que parten o destruyen un carrizo. Los tallos del carrizo tienen hojas sueltas de color verde tierno; los brotes en el tallo son verdes. Las manos y brazos son café claro.


Fuente: Enciclopedia Guerrerense. Guerrero Cultural Siglo XXI, A. C.